
La
directora del CITA, Carmela Velázquez, asegura que la tendencia es elaborar
productos plásticos a partir de organismos naturales, ya que son absorbidos por
el ambiente en un tiempo de entre seis a doce meses. Estos productos son
llamados biopolímeros.
Los
plásticos tradicionales se hacen a partir de compuestos químicos, como el
polietileno y el polipropileno, que surgen de la producción de petróleo. Para que
estos materiales se descompongan necesitan alrededor de 200 años. Y la mayoría
van a los mares donde matan a miles de especies.
En la
investigación se está trabajando con biomasa, que son en este caso, los
azucares de los desechos de la piña y el banano. Estos se fermentan, y a través
de presiones y temperaturas altas, los lleva a formar el ácido poliláctico
(PLA), la materia prima para formar el plástico.
Según
Velázquez, lo importante del PLA es que es algo natural, y al ser así el suelo
lo absorbe y forma parte de la tierra nuevamente.
Este
material actualmente se utiliza en la medicina para hacer hilos de sutura, pues
a diferencia de los hilos tradicionales, cuando a un paciente le hacen una
cirugía interna, el plástico, en lugar de quedarse ahí para siempre, el cuerpo
lo absorbe en un proceso biológico, ya que el ácido poliláctico es común en el
organismo.
La
directora del CITA asegura que lo que ellos hacen no es nuevo, pues en Europa
se utiliza el PLA para producir el plástico, sin embargo, lo innovador del
proyecto costarricense es que con él se le dará valor a algo que carecía de
este: desechos de piña y banano.
En
países como Francia, se hace el mismo proceso, pero con los azucares del maíz;
esto, según la experta, es por una razón simple: “Allá abunda maíz, aquí el
banano y la piña”.
La
ventaja para producir el plástico en el país es que, con el banano, por
ejemplo, del 100 por ciento de fruta que se exporta, el 20 por ciento es de
rechazo, o sea se queda aquí. Esto quiere decir que por cada kilo de banano
exportado se quedan 200 gramos. Y la gran parte de los desechos serían
utilizados para hacer el plástico.
Parecido
pasa con la piña, de cada 100 kilos que se exportan, cinco quedan de rechazo. Y
el desecho puede ser utilizado de igual manera.
Actualmente
la investigación está en una fase de evaluación económica, porque a pesar de
que técnicamente pueden demostrar que es posible lograrlo, la fabricación de
los productos no es rentable.
“Para
que sea rentable debe haber un capacidad de producción muy alta. No dan los
números, es un asunto de comercio”, agregó la tecnóloga en alimentos.
A pesar
de esto, Velázquez explicó que están tratando de hacer los cambios pertinentes para
que sea viable, pero no descarta desechar la investigación.
“En
cuanto podamos hacerlo posible
económicamente, será interesante para un inversionista, ya tendríamos un
paquete competitivo”, añadió la experta.
Además
de darle valor algo que no lo tiene, como son los desechos de esas frutas, Velázquez
asegura que también se trata de un tema de conciencia ambiental.
Es
por esto que asegura que el proyecto, si se logra hacer factible, debe ir seguido
de una campaña de concientización, ya que un producto biodegradable cuesta tres
veces más que uno tradicional, y un consumidor sin conciencia ambiental
elegiría el más barato.
La
experiencia adquirida por el CITA con este proyecto, hizo que el ente recibiera
un financiamiento de cuatro millones de euros por el sétimo Programa Marco de
la Unión Europea, para utilizarlos en una investigación similar, en la que
también se creará plástico.
La diferencia
entre las investigaciones es que en lugar de hacer ácido poliláctico, se hará
el compuesto llamado polihidroxibutirato (PHB), con el cual, según la directora
del CITA, lleva un proceso más sencillo para formar el plástico.
Velázquez
aseveró que podría ser que lo que no lograron por la factibilidad económica con
el proyecto del PLA, lo alcancen con este otro. En dos años se sabrá si es
monetariamente posible. (Ver recuadro: “Los impedimentos tecnológicos que
tuvimos, ya no serán molestia”)
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