Ya está de más decir que a Laura Chinchilla el traje
de presidenta le está quedando grande. En Costa Rica es pan de cada día que a
la señora presidenta se le critique por sus claros errores, por no saber
aceptarlos ni llevarlos a una solución. Mucho menos por reprender a los ángeles
que piensa que tiene como ministros.
La luz que proyectan las aureolas de los funcionarios
públicos encandila a doña Laura y no la deja ver lo que se tienen entre manos los
serafines ministros. La firmeza con la que fanfarroneó en su campaña hoy no la
vemos por ningún lugar, y ni qué decir de la honestidad.
Tras el informe de la Procuraduría de la Ética del mes
pasado, en el que al ministro de educación, Leonardo Garnier, y al
vicepresidente de la república, Luis Liberman, se les acusó de fallas en la
ética, por escribir cartas de recomendación para que la ex asesora presidencial
Florisabel Rodríguez, para una contratación en Recope, la presidenta decidió
simplemente absolver a los funcionarios y archivar el caso, como si nada
hubiese pasado. ¡Vaya firmeza!
Luis Liberman aduce que él solamente escribió siete
líneas para Rodríguez, que ni se fijó para qué era, es decir un acto de buena fe, para con su
allegada. Qué ángel más buena gente es este señor.
Si así fue realmente, acaso el vicepresidente de la
república no sabe que su firma es casi tan importante como la de la presidenta.
No es obvio que no puede dar este tipo de apoyo sin antes por lo menos
preguntar: ¿para qué?
Si los ministros son tan buenos para hacer favores,
por qué no le hacen uno muy grande al país y renuncian de sus puestos, como ya
muchos de sus colegas lo han hecho.
Tengo la sensación de que los ángeles de Costa Rica la
mayoría son políticos, millonarios, familiares de Judas Iscariote y que todos
se abrigan con la misma cobija.
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