Este
año entre los candidatos para la
presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica
(FEUCR) se escucha un acento diferente. Un acento debilitado por
costarriqueñismos, pero al fin y al cabo, un cantado distinto.
Es Juan
Camilo Saldarriaga, representante del partido Proge, de 21 años y proveniente
de Medellín, Colombia. Es refugiado político en Costa Rica desde el 2002 y
estudiante de las carreras de filosofía y economía.
De voz sutil y amable. Lleva el pelo corto, de cejas negras y gruesas; en
su rostro una de esas barbas que después de rasuradas no pasan dos días y vuelven
a ser las mismas.
De
paso lento, por el problema de neuritis
ciática que padece. Dolor que en las últimas semanas aumentó por el ajetreado
trabajo que conlleva ser candidato de la FEUCR, y que lo hizo vérselas con las
vacunas.
Sus
compañeros de campaña llevan el teléfono móvil en la mano para tratar de
contactarlo todo el tiempo. Tiene la maña de andar su teléfono en silencio, por
eso nunca contesta y nadie sabe dónde
está Camilo.
A
veces da la sensación de que se está escondiendo de la gente que lo hostiga.
Como hace más de diez años su padre tuvo que hacerlo.
Esa
vez no fue para descansar de sus obligaciones, sino para salvar la vida de su familia. Estaba siendo
amenazado por el Cartel de Medellín y la agrupación terrorista de las FARC.
Fernando,
padre de Camilo e ingeniero civil, era dueño de una constructora y de una
empresa de materiales de construcción en Colombia. Él fue contratado para la
elaboración de dos centros comerciales en Medellín. Inició y terminó las obras
como en cualquier otro trabajo, sin embargo en esta ocasión no lo había
contratado cualquier persona. Una de ellas estaba involucrada con las agrupaciones que
más adelante lo llenaron de amenazas.
Le
dieron un ultimátum. Debía pagar una cantidad de dinero que prefirió no decir.
Si no lo hacía, él junto con su esposa y tres hijos: Aura, Juan Camilo y Luis
Miguel, serían asesinados. Fernando tuvo que huir.
En
Colombia, el niño Camilo, siempre estuvo
rodeado por personas prominentes, como políticos y gente adinerada, ya que su
padre tenía un vínculo económico por medio de la constructora con sectores
importantes de ese país.
Una
década después la constructora ya no existe, los títulos en ingeniería civil
del padre de Camilo no sirven en Costa Rica. El cemento de las grandes construcciones
lo cambiaron por masa para hacer pan en su pequeña panadería colombiana ubicada
en San Pedro de Montes de Oca.
A
pesar de todo, lo que no cambió fue ver
a Camilo rodeado de gente prominente, pues se ha codeado con líderes juveniles
a nivel mundial, estuvo en foros internacionales de temas relacionados con los
derechos sexuales y reproductivos.
Además
participó como panelista en el VI Congreso Centroamericano de ITS y VIH/SIDA.
También representó a la Sociedad Civil en la Organización de las Naciones
Unidas.
Camilo
luchó para cambiar la ley que no permitía que extranjeros se postularan para la
presidencia de la FEUCR. Lo logró. Y es lo que hoy le permite ser el primero en
participar en estas justas como cabeza de partido.
Camilo
tiene su uniforme: camiseta amarilla con el símbolo del partido al que
representa en el pecho. Pantalones holgados y unos tenis con la suela gastada
principalmente en la parte del talón, quizás por el desplazamiento que hace de
aula en aula todos los días para dar a conocer sus propuestas.
Su
agenda está apretada. Tanto así que ni él mismo sabe lo que tiene que hacer.
Normalmente se presenta en frente del pretil de la UCR, donde está ubicado el
toldo de su partido, y Marcela, la dirigente de campaña, le dice adónde ir y a
qué hora.
Cuando Camilo y sus compañeros del partido se reúnen a un lado del toldo para hablar sobre las novedades de las elecciones, él, simplemente escucha y asiente en lo le dicen. Opina poco y es muy callado. Como si en su cabeza todo estuviera bajo control y está ahí sólo para hacer acto de presencia.
Cuando Camilo y sus compañeros del partido se reúnen a un lado del toldo para hablar sobre las novedades de las elecciones, él, simplemente escucha y asiente en lo le dicen. Opina poco y es muy callado. Como si en su cabeza todo estuviera bajo control y está ahí sólo para hacer acto de presencia.
Cuando
se trata de la relación con las demás personas, Camilo procura ser sonriente y
complaciente, cual político en búsqueda de votos. Sin embargo, a él le sale con
naturalidad, ligereza y espontaneidad.
Ha
conocido mucha gente durante las elecciones. Por lo que no es raro escucharlo
preguntar por el nombre y las carreras que cursan quienes lo saludan.
Uno
de ellos le recuerda que el debate federativo está a punto de comenzar. Y dale.
Para allá va, con su lento y tranquilo caminar.
¡Camilo,
una foto! Saldarriaga vuelve a ver y sonríe. Subida al Facebook de “Voz UCR”
horas después. Los mediadores hacen las preguntas respectivas. Juan Camilo toma
el micrófono, define sus ideas y propuestas, mientras mueve marcadamente sus
cejas gruesas hacia arriba y abajo cuando quiere dar énfasis a las palabras.
Esta
podría ser la primera vez que se escuche un acento extranjero liderando la
FEUCR, un acento debilitado por costarriqueñismos, pero al fin y al cabo, un
cantado distinto.
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